Cortejo
Hasta el pavo real se esfuerza en el
plumaje
Primero
dijeron que veníamos de una costilla, luego fueron miles de décadas condenadas
a ser las causantes de la ausencia de un hijo varón; finalmente ambas injurias
han sido defenestradas: el sexo del hijo varón lo determina el padre, y aún más
reivindicativo: recién a la octava semana de gestación, la famosa “y”
reorientará el diseño y se fabricara un varón, porque lo cierto es que la
humanidad se inicia como hembra, de ahí las tetillas como resabios en los
hombres. Sus tan mentados testículos devienen de los ovarios y el poderoso
pene del clítoris.
Ausentados
ambos mitos, subyace la misma historia de la humanidad que señala su inicio
como matriarcado ante la relevancia que se le daba a la mujer como productora
de hijos.
¿Entonces?
El macho de la especie acusa más fuerza física y la historia la cuentan los más
fuertes, ¿eso ocurrió?
En
el ahora, la mujer ha soltado la correa, y la libertad no es algo tan simple
como bonito suena.
Son
tiempos de acomodo.
Pero
en esos acomodos: ¿dónde quedó el cortejo?
Los
machos de cualquier especie cortejan a la hembra para procrear; adelantados
unos saltos al plumaje del pavo real o a la imagen del hombre de la caverna que
arrastraba del cabello a la hembra a la cueva, el cortejo actual columpia entre
idílicas fórmulas cinéfilas al porrazo de la colisión anónima.
Y
ese tema ocupa: la libido, el deseo, la
pasión no se sujetan a la nada, conlleva un sutil y enmarañado tramado, en el
que inclusive lo prohibido la alienta.
Sin
el cortejo del varón, ¿qué ocurrirá? Lo disímil no propicia soluciones,
compararlo con un antes incluso acarrea nostalgias.
¿Deberá la mujer realizar el cortejo?¿Por qué alentaría ser “como un hombre”?¡Qué trabajen ellos -diría mi abuela-, yo elijo!
Equilibremos: mis derechos y deberes como
persona, pero sin mitigar mi bella condición de mujer: no tengo tatuado que debo lavar los platos pero sí exijo que me abran la puerta.
Tiempo
de acomodos, millones de acomodos convergiendo juntos. Tironeados y asediados.
¿El amor convertido en un narcótico de venta masiva?¿El amor convertido en una simulación?¿Los mejores cortejos serán artífices de mentira?
Para pensar... Está bien planteado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Monica Ivulich, valoro mucho tu opinión.
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