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miércoles, 28 de febrero de 2018

¿Qué querés ser, cuando seas grande?


¿Qué querés ser, cuando seas grande?



Pregunta en la que abrevamos la mayoría de los que ahora somos grandecitos, y en su mayoría, muchos queríamos ser astronautas. ¿Recuerdan? También aparecía, “¿Tenés novio?” que no aguardaba nuestra respuesta, sino miradas socarronas entre los adultos. 
Tiempos fáciles, de juegos en las veredas y rodillas peladas: en el patio de la escuela se podía correr y ningún padre iba a cuestionar encolerizado a la maestra sobre por qué estábamos corriendo y qué hacía ella cuando nos caímos, ¡un poco de agua oxigenada y a seguir corriendo! Ahora se requiere el llamado a los padres, a la emergencia, labrar actas, lidiar con la paciencia que comienza a huir en aras de la búsqueda del sentido común… y prohibir que corran en el patio. ¿Dónde van a adquirir reflejos: esa destreza para maniobrar y esquivar a los otros doscientos o más, que también se encuentran corriendo? ¿En un vídeo juego? Avanzamos en los disparates y en rubicundas inutilidades.
No le preguntaría a un chico que quiere ser de grande, le pediría a los grandes que dejen a los chicos: ¡ser chicos!

Los que de niños aguardábamos la llegada del 2000 con vuelos espaciales surcando los cielos nos dimos un porrazo. Lo humano avanzó pero no hacia los cielos sino desaforando la comunicación.

La revolución industrial en su inicio fue cruenta, desde hordas de niños hacinados en fábricas a adultos que se desmayaban de pie frente a la línea de producción, pero luchas y muertos mediante, trajo las ocho horas, leyes laborales y vacaciones. Y, ¿qué hicimos? La idea era que los robots encararan las tareas y se  lograrán menos tiempo de trabajo, y más horas de ocio, arte y vida con la familia sin embargo devino en más horas de trabajo, menos disfrute y apenas ratos para estar con el otro, y ni mencionar a los niños: ¿cada vez más tiempo de escuela?

Melancolía al revés, nostalgia de lo que no fue.


Melancolía Nostalgia


martes, 13 de febrero de 2018

Engendros dorados


Engendros dorados 


Interpretar la realidad ocasiona engranajes vacíos y quejosos. 
Cada degustado párrafo arroba cavilaciones tan nítidas como laberintos de espejos, piénselo como un juego, y distráigase encontrando la entrada, porque le aseguro que ingresa por la salida:

Se acaricia la tristeza y se siente la agonía del mundo. Las apariencias no se agotan en el reflejo. La constante asoma como una huida sin embargo, al rato, un nuevo impuesto te vapulea en la realidad. La bohemia se recalcitra en perezas y dislates, ya no es más de una elite de niños mimados que podían dedicarle unos años, ahora se asoman desde todos los círculos.
El cúmulo de aspavientos y donaires informan la cercanía de lo inmediato y crujiente, nada puede carcomer más que la idea de que el tiempo se muere si no se usa.
Ser del otro, no es ya: generosidad; es un desprendimiento tildado de arrogante, aconsejan amarse a uno mismo como la riqueza preciada de éxito. No existen ardides ni silencios, la desdicha del no tener invade con ímpetu heroico y la humanidad fenece en la mezquindad del minuto de asombro.
Las rutas prosaicas de la caridad sacuden ornamentos gastados, poco y nada ilumina sin envilecer; la divinidad dinero no sucumbe ante la ternura, fanáticos berrean mamando golosos, nunca es suficiente.

La violencia corroe lo cotidiano y se instala oronda y fétida.

Usemos un evento democrático: el fútbol. Una pasión que unía en vítores o desdichas al sacerdote, al verdulero y al médico; a la pianista, a la abogada y la portera; a los hijos, a los nietos y los bisabuelos: todos ahogando furias y dolores, todos soltando adrenalina en colores y furibundos epítetos. Encomiables horas en discusiones por una mano que no es de dios pero provoca una  copa.
Ahora, unidos en el miedo, y la ausencia de su presencia en la cancha.
Horror.

Los demonios desayunan asfalto, parapléjicos y raquíticos compiten con la devastación de ser ignorados. Los retratos de la egolatría se envasan en oropeles quirúrgicos. Y la defensa del aburrimiento avala cualquier intentona aparente.

¿Cuándo se envenenó la vida?

Fetiches hambrientos malhumoran la noche, las estrellas son dibujadas a mano por un pintor ciego y moribundo; y en el ocaso: los perfiles de los noctámbulos recién comienzan a despertar.

Noria de cisnes.



Noria de cisnes

Estupidez muy peligrosa

  Estupidez muy peligrosa   Todos sabemos que Mary Shelley creó un personaje con una ciencia que no existía ni existe, se le disculpa po...