Adaptaciones del cachorro humano[1]
Usualmente encuentro textos sobre
las “nuevas infancias, las nuevas adolescencias” y es un tema que lejos de
trivializar me ocupa por la carga que conlleva la palabra “nuevo”.
Cuarto indicio:
—Y acá sería oportuno crear un
“a”, un “b” y un “c”—.
a- Los educadores han sido sometidos a las
vanguardias de las modas pedagógicas, y así se han creado desmadres al punto que
hasta se les cuestionaba la corrección; adicione también todas las vacilaciones
que les proporcionan las nuevas tecnologías y el hecho de que los alumnos en
“ciertas” —y destaco muy bien el “ciertas”— áreas simplemente saben más. Es
categórico: los nativos digitales nos dejan boquiabiertos, no hay preparación
posible que nos logre ubicar en su espontáneo desenvolvimiento tecnológico;
algunos de nosotros lograremos con esfuerzo y persistencia alcanzar a ser
inmigrantes digitales, los más, apenas llegaremos a ser turistas o
directamente, eternos extranjeros; por lo tanto: jamás conquistaremos el
entendimiento preciso de por qué se ríen o cómo manejan un celular nuevo cómo
si su funcionamiento alguna vez les hubiera sido explicado.
b- El aburrimiento, ¿por qué se asocia el
aburrimiento escolar a las nuevas generaciones? Nosotros y antes de nosotros, en la escuela nos aburríamos; la
diferencia era la docilidad, en la mayoría de los casos aprendíamos junto al
teorema de Pitágoras o el predicativo obligatorio, la paciencia para tolerar
estoicamente lo que no nos interesaba y al maestro o al profesor que también
estaba aburrido e impartía clases que tampoco le interesaban. No son originales
en ese punto, todos los alumnos o los educadores en algún momento o en la
mayoría de los momentos se han aburrido. ¿Quién dijo que debía ser siempre
entretenido?
Podemos señalar que somos curiosos
y que el aprender es una necesidad en casi todos, pero cuántos están
capacitados para enseñar; ¿cuántos educadores recuerdan, que hayan logrado
enseñarles? De todos modos, y probablemente en respuesta a nuestros padres,
“nos portábamos bien” y los pocos que no lo hicieron, eran considerados
inadaptados; así como también esos maestros que nos enseñaron pasaron a ser
memorables.
c- La velocidad.
Hace un tiempo que decimos: “detengan al mundo, me quiero bajar” y sin embargo,
más allá de la humorada de querer detenerlo, lo que nos resulta difícil es no
caernos. ¿Cómo sostener la paradoja de la tensión de la permanente aceleración
con la apatía casi inanimada de los alumnos?
Todo parece ser
ayer sin embargo el ahora es un mamut extinto e implacable; nos demandan una
actualización rabiosa para el desenfreno insurgente de sabernos obsoletos, pero
¿es así? Tranquilos: aprender a enseñar es atemporal, nunca se termina de
aprender a enseñar como tampoco nunca finalizamos de aprender todo lo que se
nos enseña.
Posible cuarta adaptación:
La inmediata y directa: se niegan
a estudiar pero atención: no se niegan a aprender —y allí, encontramos la
brecha para enseñar—.
Descartan a los educadores con la
indiferencia: envíos de mensajes de texto en plena clase, uso de auriculares y
cuanta manifestación antagónica al arcaico profesor les parezca oportuna.
Asumen como natural la eternidad
en repitencias del secundario o la consistencia de iniciar y dejar tantas
carreras como los bolsillos y la paciencia paterna puedan soportar.
Esgrimen que no hay profesiones
que los satisfagan y que las que existen, no van a proporcionarles un futuro,
dado que el futuro avanza ignorando cuáles serán los trabajos que sobrevivirán.
Quinto indicio:
Los niños son para la mayoría:
sujetos de consumo, inacabables y productivos sujetos de consumo. No necesitan
nacer para que ya se les ofrezca lo que precisarán que se les compre. Y en este
tener
ser infame, no nos engañemos: si un juego de computadora reemplazó a un
abrazo, deberíamos cuestionarnos qué ocurrió con ese abrazo. No somos seres de
compra venta, no hay publicidad posible que pueda tergiversarnos, siguen siendo
los sentimientos, las emociones, aún la pérfida avaricia, lo que mueve al
mundo.
Ya lo dijeron los poetas: “sólo
necesita amor” y me gustaría conocer una sola persona que sería capaz de
cambiarlo por un lavarropas o un auto deportivo. Entonces, ¿por qué asumimos
que una hamburguesa “feliz” en un sitio idílicamente preparado va a suplantar a
las galletitas húmedas del termo que siempre pierde, compartidas en una salida
con la barra de amigos ó cómo un chat puede suplantar la maravilla del primer
beso?
Lo mediático nos acosa, nada parece
importar más de un día o en el mejor de los casos una semana. Todos necesitan
su minuto de fama para existir, ¿dónde? ¿En la pantallita? ¿Cuánto tiempo de
vida real nos demandará ese simplón minuto? ¿Qué corromperemos para poder ser
vistos? ¿Por qué desperdiciar vida en el cuento de una fama tan insulsa?
Posible quinta adaptación:
No nos mintamos, lo importante lo
sigue siendo, los espejitos de colores no pueden cubrirlo y ésa es una de las
razones de que los niños o los adolescentes estén tan tristes y apáticos, les
están vendiendo una realidad sintética e insípida, y ellos intuyen el fraude.
¿Necesitarán suicidarse para demostrarnos que no les consolaba lo que había
para comprar? ¿Embarazarse a edades cada vez más temprana para sentir que
pueden amar? ¿Vestirse como mini adultos para que la ropa sólo sea algo que
debe ensuciarse al jugar? ¿Atiborrarse de vicios para que los atiendan como
niños? ¿Volverse insensible para que los horrores diarios no los mortifiquen?
¿Paralizarse en continuas quejas?
¿Cambiar de canal, apagar el
televisor y crear sus propios medios de comunicación en línea?
Sexto indicio:
La familia. Se considera a la familia nuclear una especie en extinción,
pero en esa vitrina de película, ¿cuántas familias de otros tiempos hubieran
sido fidedignamente aceptadas? Consulten, y van a encontrarse a abuelas que
soportaron lo indecible en aras de las apariencias y las buenas costumbres
porque los sacrificios para sostener los casamientos eran un bien sin
discusión; no obstante siempre existieron los hijos fuera del matrimonio —todos
conocemos a varios de nuestros ilustres héroes contemporáneos que ingresaron en
ese rol aunque las apariencias quisieran disimularlos—; y también, hombres o
mujeres homosexuales que reprimían o escondían una vida paralela en un penoso
sufrimiento. Entonces, si vemos que existían aunque no se develaran, ¿podemos
mencionar estadísticas, cuando no se pueden obtener datos?
También cabría señalar que hemos
aumentado considerablemente nuestro promedio de vida, y que el “para toda la
vida” es cada vez más difícil cuando ésta sobrepasa con holgura los 40, y
convengamos que en las muy favorables condiciones que se sobreviene a los
cuarenta. ¿Abuelito a los 40, posible, pero qué abuelito? Seguro que no, él que
se sentaba en la plaza con otros abuelos a ver las palomas.
Divorcios, familias
disfuncionales, abuelos criando nietos, tíos criando sobrinos, padres
homosexuales, padres solteros, madres solteras, ¿cuál es la familia común? ¿Se
puede tildar a la ausencia de la familia común como la culpable de los niños
actuales, cuando son precisamente en la cotidianeidad social, mayoría, las
familias que no lo son?
Posible sexta adaptación:
Y he aquí uno de los temas en que
se evidencia que lo de siempre funciona para los hijos; no importa la
organización familiar sino cómo ésta se interesa por ellos. Nos asomamos a
familias de todo tipo y la generalización de resultados no es matemática, casi
como la misma naturaleza humana, las estadísticas no importan cuando se trata
de uno mismo, ser el único o uno de los 99, no es un dato que nos asegure el
vivir y lograrlo. Y, si existe el amor, la familia como tal asumió el tipo
necesario para que el cachorro humano encuentre en su hogar la intención de ser
feliz, porque de eso se trata el asunto.
Porque por lo visto, las familias
también se están adaptando, transforman sus hogares en permanentes sitios de
reunión para que sus hijos y los amigos de sus hijos tengan espacios de juego y
ya adolescentes, prosigan con el hábito de ese deambular seguro entre casas;
crean límites definidos de respeto basados en las necesidades de la
convivencia; establecen situaciones de diálogo en donde el “no” del adulto debe
ser creíble desde el ejemplo y la confianza en la autoridad; estimulan sus
inclinaciones artísticas para que encuentren una forma auténtica de expresión
de la genialidad y la rebeldía, los miedos y las angustias; les enseñan a
cuestionar la masificación del consumo porque a ellos también les resulta arduo
evadirla; en definitiva: están para ellos, aun cansados, equivocados o
acertados, temerosos y azotados por las miles de injusticias diarias, son
familias que están para ellos y ésa es la familia que necesitan.
En conclusión abierta: el
cachorro humano se está adaptando, muchos lo harán de manera exitosa, otros
tropezarán y caerán en la marcha, algunos podrán ser ayudados, otros serán
ellos mismos los que se ayudarán o brindarán ayuda. Lo cierto es que nos
necesitan; nos están pidiendo a gritos sordos, con demandas inverosímiles, con
exigencias inauditas y soluciones impensadas.
Es más, en este encierro urbano
al que nos sometemos —porque también los adultos estamos en las mismas—no
coexistimos ilesos, están surgiendo tantas enfermedades como situaciones de
infelicidad padecemos, y en este aspecto, son ellos los que llevan ventaja
porque están utilizando la era de la comunicación para no aislarse. En lo que
está deviniendo, ya al hablar de nuestra niñez, parece un relato de ciencia
ficción.
Lo primero como familia será: no
estar solos nosotros, tampoco el adulto está preparado para la soledad. Y
luego, no los dejemos solos, el castigo resultaría en una adaptación que nos
abandonaría en una escasa categoría de humanidad.
Sobre lo segundo, ¿qué puede
hacer la escuela con su añejada estructura? Exactamente: hacer. Un hacer
transgresor, sanguíneo, pasional, entregado que contrarreste a estos tiempos
fraudulentos, tibios y licuados; ser maestro no es una profesión para
cualquiera; vapuleados y relegados a ser los domésticos educativos, en sueldo y
categorización social, son sin embargo los que están dando rostro a una
sociedad que se envilece en la impunidad y el desasosiego; creando en la
escuela, uno de los pocos lugares saludables donde muchos niños encuentran la
normalidad.
No estamos
siendo felices, y la reflexión arroja
la poca paciencia que generamos para vivir, y vivir no puede ser un acto vacío de
espera.
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¿Por qué, simplemente, no
permiten a las escuelas que eduquen? ¿A los padres, la crianza? ¿A todos,
vivir?
[1]
En alusión a Jean-Jacques Rousseau, visor de la bondad innata del cachorro humano;
Rosseau ya en siglo XVIII propuso proteger al niño de las perniciosas
influencias de la sociedad.
Muy buen análisis Rita. Me quedó una frase dando vueltas "se niegan a estudiar pero atención: no se niegan a aprender —y allí, encontramos la brecha para enseñar—". Todo depende del "como" se presentan los contenidos, una forma que me gusta es el ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos) porque le da un sentido a lo que se aprende: es para resolver un problema mediante un proyecto. Uno de los problemas en los estudiantes es no encontrar el sentido, "para qué tengo yo que saber esto" -me animo a decir que a casi todos nos pasó- y por otro lado se basa en la vida concreta; todo lo que hemos ido aprendiendo por cuenta propia fue para algo. Un abrazo Rita
ResponderEliminarY del profesor o el maestro; tengo muy presente una profesora que tuvo que lidiar con alumnas muy díscolas y bastante rebeldes... maestras y directivos, sin embargo ésta excelente profesora, nos trajo sus ABP -la pedagogía de la pregunta-, su pasión por las herramientas informáticas y logró trabajos impensados. Muchas gracias, Mariana; no sólo por haber sido una de las mejores profesoras que he tenido -ya a una edad que uno protesta por todo- sino por tu apreciación de mis artículos, además de que tus enseñanzas fueron la que me facilitaron este blog, ya tenía perfil y todo de cuando nos enseñaste. Todavía no logran publicar comentarios mis compañeras... una pregunta, profe, ¿es mejor wordpress?
EliminarGracias Rita por tus palabras que me hacen sentir tan bien y recordar momentos lindos, realmente lindos que atesoro: te aseguro que las recuerdo una por una con mucho cariño. Wordpress es muy bueno también, pero yo hubiera elegido blogger como vos. El problema con quienes no pueden comentar probablemente sea que es necesario tener una cuenta gmail para poder comentar. Por las dudas te dejo el enlace de ayuda donde explica algunas cosas sobre como gestionar los comentarios https://support.google.com/blogger/answer/187141?hl=es
ResponderEliminarUn abrazo Rita
Listo, con que me digas que elegí bien: más que feliz. Creo que armé el blog bastante bien, si te parece que necesita cambios o agregarle modificaciones, mil gracias, profe. Incluso recomiendo sitios que sigo, vos, ¿tenés un blog propio? Seguro va a ser muy interesante.
EliminarMil gracias por el blog de ayuda, ya lo estoy leyendo.
EliminarListo, ya modifiqué la configuración. Muchas gracias.
EliminarSí, me gusta tu blog y como lo armaste y qué lindo leerte, muy buena la idea de escribir por entregas; somos una generación que no nació como digital pero no nos achicamos... Te felicito y te deseo mucha felicidad y realización con este canal de comunicación.
EliminarNo tengo blog, tengo mi sitio en "rearmado" y otro en construcción. Cuando tenga algo para mostrar te lo comparto, por supuesto. Un beso grande y cariños a la gente de Rosario.
Gracias, Mariana. Creo que considerando que es un sitio de lectura... avanza. Te pedía el sitio para incluirlo en las recomendaciones del blog... ¿Qué mejor que rodearse de lo mejor?
EliminarBesote enorme, y lo que me indiques para mejorar, muchas gracias, profe.
"No somos seres de compra venta, no hay publicidad posible que pueda tergiversarnos, siguen siendo los sentimientos, las emociones, aún la pérfida avaricia, lo que mueve al mundo." Todo muy cierto, todos debería poder vivir.
ResponderEliminarGracias, Daniela, qué gratificante es encontrar una cita y que resulte propia. Voy a diseñarla en una frase e incorporarla.
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