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martes, 4 de julio de 2017

Arquitecturas de mando

Arquitecturas de mando


¿Psicópatas con “Superyo”?
¿Ególatras mediáticos?
¿Gestores corrosivos?

En la animalada de cualquier bicho es frecuente la jerarquía de mando por dominación, y no es una dominación precisamente pacífica.
En la animalada de los humanos, y en especial de los adultos, es atractivo plantearse la anarquía: cero mando; no obstante, por más evolucionado que se pretenda al humanita, lo cierto es que hasta la tribu más tribu tiene que organizarse.

La adolescencia suele engendrar los líderes y el tiempo, definirlos. En mínimo número son los que persisten en una contienda que dure toda la vida. El altruismo y el bien común no sustentan una profesión de décadas, parece agotarse en menos de una, y de tal modo, el hacer se abandona a un discurso vacío cuajado de cebos.

Sin embargo el planteo que me tienta —moviendo a un costadito el seductor síndrome de Hubris o los rasgos psicópatas—, es simple: ¿cuándo trabajan los políticos? Yo, y tantos como yo —disculpen el orden de ombligo pero invertido destrozaba la cadencia—, somos de los simplones que para hacer algo lo hacemos y el hacerlo nos lleva tiempo, entonces, ¿cuándo los políticos trabajan en lo que tienen que trabajar: gobernar?
El día tiene veinticuatro horas, suponiendo que sólo duerman cinco; se aseen en dos –incluido todo el protocolo: desde la sonrisa perfecta, el zapato al tono  y los cabellos de héroe de arcaica película holliwodense—; se transporten en dos —convengamos que el helicóptero es lo que logra el teletransportador del Enterprise—; ingieran alimentos en cuatro —aludiendo a las “reuniones: desayunos, almuerzos, meriendas y cenas” de trabajo—,aparezcan en los medios: dos, estén en su casa: tres, inauguren las piedras que inauguran: dos; hagan pueblo: dos; deteniéndome ahí: sumarían 20 horas.
¿Sólo cuatro horas para gobernar una nación?
Evidente, fue un garabato de horario, porque no creo que una conferencia por cadena nacional en viral internacional se resuma en dos horas, y menos: una visita del adorado líder “esperada” por el pueblo. Porque lo anterior, si bien no los deja quietos un minuto, gobernar debe ser otra cosa. Dedicarse horas a lograr que lo vanaglorien y obedezcan no ofrece efectividad a la hora de los resultados. Esos países tranquilitos, de pueblos satisfechos tienen gobernantes desconocidos.


Aunque es importante aclarar: ¿el narcisismo imperialista es imputable?

Imperialismo



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