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jueves, 27 de julio de 2017

Ética de la inmoralidad

Arquitecturas de mando

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Ética de la inmoralidad


La persona ha sufrido el envilecimiento de todas las atrocidades posibles. Sin embargo: ¿Por qué, siendo que estamos en tiempos en que la humanidad ha alcanzado sus más altos valores, estos se atrofian al uso?
Cada plausible oportunidad de cambio aborta inmisericorde.
¿La selva nos sigue controlando?
¿Qué virulencia civilizada impulsa los destrozos masivos?

inseguridad
Frase rescatada por Diana Mattos
Cuando un acto cotidiano: “como salir a comprar el pan” conlleva un alto índice de riesgo aleatorio, se instala un período de oscuridad. Así se produzca por una crisis de seguridad o por una guerra internacional, la vida se opaca y pasa a ser la sobrevivencia el acto luminoso y fugaz. Y en ese vivir a todo costo, la medida de los cambios ignora y embrutece el justificativo ético.     
Los extremos se unen en perfidia y la masificación de la crueldad es lo recurrente.
Cualquier horror ya ha sido perpetrado sin embargo parece que el sentirlo crea la necesidad de absolverlo, sabernos más buenos porque los hay peores no aspira ni a mediocre consuelo pero funciona.

¿Existe un plan maquiavélico de dominación? ¿Así ocurre? Lo que sí es cierto, es que la maldad ocupa el plano de lo literario, la ficción genera malos impecables; en la realidad, los malos nunca asumen su obra, la degeneran con argumentos y viandas de oratorias. Cada ser perverso y malévolo ha sometido su acción a una moral conveniente y justificada que les permite continuar para sí mismos; comúnmente, sostenida por una manada de beneficiados obsecuentes. Hasta se les podría observar cierta candidez al ignorar cualquier tipo de denuncia.

Esas míticas epopeyas que han asolado a la humanidad: forjan la historia pero siempre ha prevalecido el liderazgo de lo general, de lo trascendente para el mayor número de perjudicados o favorecidos. Sin embargo, ¿qué ocurre con la humanidad común? La que vive todos los días y sale a comprar el pan —disculpen nuevamente la misma comparación pero no es por carencia de otras sino por lo gráfica qué resulta—. ¿Una estrategia a veinte años? ¿Qué otorga, si coincide con nuestros primeros veinte años? ¿Nos ultrajan lo mejor? Porque coincidamos, en escasísimas y míseras ocasiones esos grandes latifundios de conquistas y proyectos faraónicos favorecen la actividad de los comunes.
Y cinco años sin poder comer siquiera un huevo es mucho para protagonizar porque alguien sostuvo la patraña de querer mejorar el mundo a sus desolados e inmundos intereses.

Comprendamos: somos volátiles seres suspendidos de sueños y realidades yuxtapuestas. Y lo insidioso es que cuando finalmente se equilibran, la costumbre las relega a la queja y necesitamos el cambio. Incluso la felicidad puede aburrirse de ser rutina y provocar el peligro porque no todas las revoluciones se iniciaron en la brecha de las necesidades y las carencias; ni todos sus ejecutantes eran seres castigados por las injusticias.  

sueños
       

¿Tan poderoso es el carisma? ¿Tan mítica su influencia? ¿Tan creíble su postura de bonanza? Difícil modificar lo que no se advierte porque el bichito común, el humano usual y de todos los días está abocado a trabajar, porque trabajar y vivir en familia lleva tiempo, y en esa desocupación de la tarea social, avanzan los indeseables. Se relegan las obligaciones por una cuestión simple: es imposible ocuparse de todo, y al delegar  —aun resulte con el democrático voto—, se confía y cuando se comprende el error,  la demora ha ganado victoriosa y la trampa ya se ejecutó; y únicamente queda salir o gastarse entre nostalgias.

Inseguridad   Impunidad

miércoles, 12 de julio de 2017

Únicos como todos, comunes como todos, raros como todos, felices, ¿cómo todos?


Únicos como todos, comunes como todos, raros como todos, felices, ¿cómo todos?


Lo normal es apenas una estadística de lo que se supone abunda. La falacia de creer en grupos “normales” etiquetaba y restringía, nunca conocí un grupo de alumnos homogéneo –aunque lo hubieran organizado con el famoso test del ABC- , jamás integré un grupo homogéneo, en perspectiva: sólo éramos más dóciles y ese siglo terminó hace tiempo.

Ser raro no es un tema que pueda ubicarse exclusivamente como actual no obstante ahora esté adquiriendo cierto matiz más interesante, además de algunos que por todos los medios quieren el famoso minuto mediático para lograrlo, sin embargo no avanzaré en una reflexión de modas que me aleje del tema que quiero tratar: Diversidad e Inclusión –con un adrede en mayúsculas-.

La educación inclusiva no debe reducirse a buenas voluntades que no discriminen. Los que hemos trabajado en proyectos inclusivos, hemos observado y nos maravillamos con las ventajas y resultados. Un grado que incluye a un chico con una de las etiquetas que ahora son tan publicitadas –y comerciales-, es siempre un grado que potencia sus mejores cualidades, lo he visto infinidad de veces y es un hecho que alienta, ahora bien, ¿cómo se logra? Primero con lo esencial, los chicos no tienen límites y desde esa premisa, el inicio abre todos los posibles, y la felicidad de un alumno en lo educativo tampoco puede restringirse, la de ninguno. Los grados adquieren valores de comprensión, solidaridad, respeto y modales que no se dan en otros como también sabemos: la educación inclusiva es cara; demanda profesionales e infraestructura, no es una cuestión simplista de un discurso que suene progresista y de avanzada. Abarcar la calidad y experiencia educativa de la escuela especial[1], con su infraestructura edilicia, sus maestros preparados y los equipos de profesionales –psicólogos, psicopedagogos, fonoaudiólogos, y no sigo nombrando para no excluir por desconocimiento-, con sus grupos reducidos de seis u ocho alumnos, en la escuela primaria común, en el grado promedio de treinta alumnos, con las ya existentes precariedades de décadas, demanda inversión, responsabilidad y compromiso de las políticas educativas. Una criatura, treinta criaturas no tienen que esperar porque queda bonito y vanguardista el discurso.

Un alumno con capacidades cognitivas para un segundo grado ubicado en sexto es un hecho real y muy MUY positivo, cuando se sustenta con una familia que acompañe, con un proyecto de integración/inclusión y un maestro integrador diario, no uno que “monitoree” once escuelas.

Un alumno que arroja bancos y sillas sin motivo que resulte aparente, ¿por qué en las escuelas privadas no ingresaría sin acompañante terapéutico, supervisión médica, horario reducido o lo que orienten los equipos de profesionales a los que son derivados, y en la estatal, por decreto: va sin asistencia, sin ayuda, sin ningún tipo de asesoramiento y sólo cuando espanta o lastima a sus compañeros, a sus docentes, a los padres, a la escuela…?

¡Por favor! ¡Son niños! ¡Todos!

Vayamos a los nombres con los que se define nuestra estructura educativa actual: en la escuela denominada común, las maestras y su formación es común; en las escuelas especiales, la formación de las maestras es especial. Si lo pensamos en números, en una escuela especial, con una estructura institucional y curricula especial, una maestra especial trabaja con 6 u 8 alumnos; en la escuela común, la variable va de un mínimo de 20 a 45… y, ¡todos la necesitan!

¿Entonces? Como todo lo importante, requiere esfuerzo, se logra con profesionales y escuelas que trabajen en simultáneo, con padres que no dilatan estudios por dos años aun viendo a su hijo poner las manos en la estufa o meterse tornillos de 10 cm en la boca; se hace trabajando en serio, sin muletillas ni eufemismos que maquillen, en hechos y no sólo por decreto. Y sí: se puede, se logra y los resultados son maravillosos –los chicos siempre sorprenden, todos-, pero no puede dejarse sólo en la voluntad del maestro, la familia o la escuela de turno.

Porque lo real es que las familias que no desobligan su responsabilidad, ya en nivel inicial, han realizado las actuaciones para sus hijos. Y no banalicemos en la situación económica de las familias, cantidad de ejemplos nutren que la responsabilidad y el amor no son exclusivos de sectores sociales.  Tampoco son situaciones de un año, un maestro o una escuela; la familia es la primera en conocer y actuar pero cuando la negación o la comodidad prevalecen, es la escuela la que deberá suplirlo, ¿y, cómo? Suele demandar dos o tres años desgastantes, con avances y retrocesos, agresiones e ingratitudes, en una escuela que ya también era necesaria para todos los chicos que aprenden.

También me pregunto, esa exigencia que recibe la escuela común, con sus recursos tan comunes, con sus edificios tan comunes, con sus salarios tan comunes, ¿se aplica a la sociedad? ¿Un empresario va a incluirlo entre sus empleados? ¿Seremos pacientes en un trámite si depende de alguien “diferente”?

Retomo “el se puede”: si la escuela sólo fuera de canto, y asistieran tenores y sopranos, y yo: con mi vocecita apenas audible. ¿Cómo incluirme? De existir micrófonos, alguien que estimulara mi oído o mi capacidad de enseñar, organizar… Nunca podría ser soprano pero encontraría un qué aprender que me estimulara, ¿tal vez, dirigir el coro? Es lo que amo de la enseñanza, la infinita y apasionante diversidad.

Voy, ¿logrando explicarme?

La educación inclusiva es onerosa, se necesita crear la calidad de la educación de las escuelas especiales, y eso implica una alta inversión. Ya resulte en lo conductual: acompañante terapéutico o en lo cognitivo: maestra integradora, o en ambas –y acá el profesional es más difícil de conseguir- además del instituto que coordine y avale lo que debe realizarse. Las mutuales no cubren el costo por lo cual se debe tramitar el certificado de discapacidad –espantosa designación, ya al pronunciarlo crea aprensión, y si mencionamos: un Borges, ciego; un Beethoven, sordo, un atleta con una sola pierna que salta más de dos metros, ¿ellos son discapacitados?-….[2] Eso, siempre y cuando los padres se ocupen porque cantidad de veces por comodidad o por la natural negación, transcurren años hasta que se pueda realizar lo que se requiere. Las escuelas especiales cuentan con once o doce maestras designadas a monitorear más de cien escuelas, con salarios de docentes, muy lejos de los aranceles de los profesionales privados. Ni mencionar a la Dirección que será la que avale las Actas y compromisos.

En definitiva, lo dicho: ¿los empresarios les brindarán trabajo en las empresas?, ¿los empleados los aceptarán de compañeros cuando el horario se demore porque la tarea no se realizó en el tiempo o deban realizarla ellos?, ¿las otras familias no irán a increpar a los directivos y maestros porque su hijo terminó en el médico cuando recibió una pedrada en el ojo por uno de los episodios de un compañero “diferente” porque todavía no se ha podido realizar nada de lo necesario… o ¿la inclusión sólo se exige a las escuelas porque un decreto lo señala?

Y en este devaneo, en este laberinto de reflexiones, la reiteración y cierto enredo: no es casual. A veces, repetir y repetir, y repetir diciendo lo mismo, gritando con otros gritos, sumando explicaciones: logra ser escuchado.

NO SE AHORRA EN EDUCACIÓN.

El oportunismo, la avaricia, la especulación y la corrupción someten a un futuro de… ¿es difícil imaginar? ¿Alguien quiere vivir así?

Y en orden de ser escrupuloso: el nacer también arrastró aun para los del siglo pasado, más posibilidades pero, y, ¿el vivir? Si nacemos casi la mayoría, derrotamos lo imposible, ¿cómo sigue el asunto? Y, ¿si quiero pensarlo extraordinario? Y, ¿si quiero apostar a que la alucinante diversidad nos asombrará con un futuro mejor? No es tan difícil, cualquiera sabe que la variedad es lo que crea los cambios y mejoras.

La pucha, ¿cuánto falta?

Mundo mejor





[1] En Argentina, se denomina así a la modalidad: Escuela especial.
[2] ¿Cómo resultará en otros países? 

martes, 4 de julio de 2017

Arquitecturas de mando

Arquitecturas de mando


¿Psicópatas con “Superyo”?
¿Ególatras mediáticos?
¿Gestores corrosivos?

En la animalada de cualquier bicho es frecuente la jerarquía de mando por dominación, y no es una dominación precisamente pacífica.
En la animalada de los humanos, y en especial de los adultos, es atractivo plantearse la anarquía: cero mando; no obstante, por más evolucionado que se pretenda al humanita, lo cierto es que hasta la tribu más tribu tiene que organizarse.

La adolescencia suele engendrar los líderes y el tiempo, definirlos. En mínimo número son los que persisten en una contienda que dure toda la vida. El altruismo y el bien común no sustentan una profesión de décadas, parece agotarse en menos de una, y de tal modo, el hacer se abandona a un discurso vacío cuajado de cebos.

Sin embargo el planteo que me tienta —moviendo a un costadito el seductor síndrome de Hubris o los rasgos psicópatas—, es simple: ¿cuándo trabajan los políticos? Yo, y tantos como yo —disculpen el orden de ombligo pero invertido destrozaba la cadencia—, somos de los simplones que para hacer algo lo hacemos y el hacerlo nos lleva tiempo, entonces, ¿cuándo los políticos trabajan en lo que tienen que trabajar: gobernar?
El día tiene veinticuatro horas, suponiendo que sólo duerman cinco; se aseen en dos –incluido todo el protocolo: desde la sonrisa perfecta, el zapato al tono  y los cabellos de héroe de arcaica película holliwodense—; se transporten en dos —convengamos que el helicóptero es lo que logra el teletransportador del Enterprise—; ingieran alimentos en cuatro —aludiendo a las “reuniones: desayunos, almuerzos, meriendas y cenas” de trabajo—,aparezcan en los medios: dos, estén en su casa: tres, inauguren las piedras que inauguran: dos; hagan pueblo: dos; deteniéndome ahí: sumarían 20 horas.
¿Sólo cuatro horas para gobernar una nación?
Evidente, fue un garabato de horario, porque no creo que una conferencia por cadena nacional en viral internacional se resuma en dos horas, y menos: una visita del adorado líder “esperada” por el pueblo. Porque lo anterior, si bien no los deja quietos un minuto, gobernar debe ser otra cosa. Dedicarse horas a lograr que lo vanaglorien y obedezcan no ofrece efectividad a la hora de los resultados. Esos países tranquilitos, de pueblos satisfechos tienen gobernantes desconocidos.


Aunque es importante aclarar: ¿el narcisismo imperialista es imputable?

Imperialismo



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