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miércoles, 12 de julio de 2017

Únicos como todos, comunes como todos, raros como todos, felices, ¿cómo todos?


Únicos como todos, comunes como todos, raros como todos, felices, ¿cómo todos?


Lo normal es apenas una estadística de lo que se supone abunda. La falacia de creer en grupos “normales” etiquetaba y restringía, nunca conocí un grupo de alumnos homogéneo –aunque lo hubieran organizado con el famoso test del ABC- , jamás integré un grupo homogéneo, en perspectiva: sólo éramos más dóciles y ese siglo terminó hace tiempo.

Ser raro no es un tema que pueda ubicarse exclusivamente como actual no obstante ahora esté adquiriendo cierto matiz más interesante, además de algunos que por todos los medios quieren el famoso minuto mediático para lograrlo, sin embargo no avanzaré en una reflexión de modas que me aleje del tema que quiero tratar: Diversidad e Inclusión –con un adrede en mayúsculas-.

La educación inclusiva no debe reducirse a buenas voluntades que no discriminen. Los que hemos trabajado en proyectos inclusivos, hemos observado y nos maravillamos con las ventajas y resultados. Un grado que incluye a un chico con una de las etiquetas que ahora son tan publicitadas –y comerciales-, es siempre un grado que potencia sus mejores cualidades, lo he visto infinidad de veces y es un hecho que alienta, ahora bien, ¿cómo se logra? Primero con lo esencial, los chicos no tienen límites y desde esa premisa, el inicio abre todos los posibles, y la felicidad de un alumno en lo educativo tampoco puede restringirse, la de ninguno. Los grados adquieren valores de comprensión, solidaridad, respeto y modales que no se dan en otros como también sabemos: la educación inclusiva es cara; demanda profesionales e infraestructura, no es una cuestión simplista de un discurso que suene progresista y de avanzada. Abarcar la calidad y experiencia educativa de la escuela especial[1], con su infraestructura edilicia, sus maestros preparados y los equipos de profesionales –psicólogos, psicopedagogos, fonoaudiólogos, y no sigo nombrando para no excluir por desconocimiento-, con sus grupos reducidos de seis u ocho alumnos, en la escuela primaria común, en el grado promedio de treinta alumnos, con las ya existentes precariedades de décadas, demanda inversión, responsabilidad y compromiso de las políticas educativas. Una criatura, treinta criaturas no tienen que esperar porque queda bonito y vanguardista el discurso.

Un alumno con capacidades cognitivas para un segundo grado ubicado en sexto es un hecho real y muy MUY positivo, cuando se sustenta con una familia que acompañe, con un proyecto de integración/inclusión y un maestro integrador diario, no uno que “monitoree” once escuelas.

Un alumno que arroja bancos y sillas sin motivo que resulte aparente, ¿por qué en las escuelas privadas no ingresaría sin acompañante terapéutico, supervisión médica, horario reducido o lo que orienten los equipos de profesionales a los que son derivados, y en la estatal, por decreto: va sin asistencia, sin ayuda, sin ningún tipo de asesoramiento y sólo cuando espanta o lastima a sus compañeros, a sus docentes, a los padres, a la escuela…?

¡Por favor! ¡Son niños! ¡Todos!

Vayamos a los nombres con los que se define nuestra estructura educativa actual: en la escuela denominada común, las maestras y su formación es común; en las escuelas especiales, la formación de las maestras es especial. Si lo pensamos en números, en una escuela especial, con una estructura institucional y curricula especial, una maestra especial trabaja con 6 u 8 alumnos; en la escuela común, la variable va de un mínimo de 20 a 45… y, ¡todos la necesitan!

¿Entonces? Como todo lo importante, requiere esfuerzo, se logra con profesionales y escuelas que trabajen en simultáneo, con padres que no dilatan estudios por dos años aun viendo a su hijo poner las manos en la estufa o meterse tornillos de 10 cm en la boca; se hace trabajando en serio, sin muletillas ni eufemismos que maquillen, en hechos y no sólo por decreto. Y sí: se puede, se logra y los resultados son maravillosos –los chicos siempre sorprenden, todos-, pero no puede dejarse sólo en la voluntad del maestro, la familia o la escuela de turno.

Porque lo real es que las familias que no desobligan su responsabilidad, ya en nivel inicial, han realizado las actuaciones para sus hijos. Y no banalicemos en la situación económica de las familias, cantidad de ejemplos nutren que la responsabilidad y el amor no son exclusivos de sectores sociales.  Tampoco son situaciones de un año, un maestro o una escuela; la familia es la primera en conocer y actuar pero cuando la negación o la comodidad prevalecen, es la escuela la que deberá suplirlo, ¿y, cómo? Suele demandar dos o tres años desgastantes, con avances y retrocesos, agresiones e ingratitudes, en una escuela que ya también era necesaria para todos los chicos que aprenden.

También me pregunto, esa exigencia que recibe la escuela común, con sus recursos tan comunes, con sus edificios tan comunes, con sus salarios tan comunes, ¿se aplica a la sociedad? ¿Un empresario va a incluirlo entre sus empleados? ¿Seremos pacientes en un trámite si depende de alguien “diferente”?

Retomo “el se puede”: si la escuela sólo fuera de canto, y asistieran tenores y sopranos, y yo: con mi vocecita apenas audible. ¿Cómo incluirme? De existir micrófonos, alguien que estimulara mi oído o mi capacidad de enseñar, organizar… Nunca podría ser soprano pero encontraría un qué aprender que me estimulara, ¿tal vez, dirigir el coro? Es lo que amo de la enseñanza, la infinita y apasionante diversidad.

Voy, ¿logrando explicarme?

La educación inclusiva es onerosa, se necesita crear la calidad de la educación de las escuelas especiales, y eso implica una alta inversión. Ya resulte en lo conductual: acompañante terapéutico o en lo cognitivo: maestra integradora, o en ambas –y acá el profesional es más difícil de conseguir- además del instituto que coordine y avale lo que debe realizarse. Las mutuales no cubren el costo por lo cual se debe tramitar el certificado de discapacidad –espantosa designación, ya al pronunciarlo crea aprensión, y si mencionamos: un Borges, ciego; un Beethoven, sordo, un atleta con una sola pierna que salta más de dos metros, ¿ellos son discapacitados?-….[2] Eso, siempre y cuando los padres se ocupen porque cantidad de veces por comodidad o por la natural negación, transcurren años hasta que se pueda realizar lo que se requiere. Las escuelas especiales cuentan con once o doce maestras designadas a monitorear más de cien escuelas, con salarios de docentes, muy lejos de los aranceles de los profesionales privados. Ni mencionar a la Dirección que será la que avale las Actas y compromisos.

En definitiva, lo dicho: ¿los empresarios les brindarán trabajo en las empresas?, ¿los empleados los aceptarán de compañeros cuando el horario se demore porque la tarea no se realizó en el tiempo o deban realizarla ellos?, ¿las otras familias no irán a increpar a los directivos y maestros porque su hijo terminó en el médico cuando recibió una pedrada en el ojo por uno de los episodios de un compañero “diferente” porque todavía no se ha podido realizar nada de lo necesario… o ¿la inclusión sólo se exige a las escuelas porque un decreto lo señala?

Y en este devaneo, en este laberinto de reflexiones, la reiteración y cierto enredo: no es casual. A veces, repetir y repetir, y repetir diciendo lo mismo, gritando con otros gritos, sumando explicaciones: logra ser escuchado.

NO SE AHORRA EN EDUCACIÓN.

El oportunismo, la avaricia, la especulación y la corrupción someten a un futuro de… ¿es difícil imaginar? ¿Alguien quiere vivir así?

Y en orden de ser escrupuloso: el nacer también arrastró aun para los del siglo pasado, más posibilidades pero, y, ¿el vivir? Si nacemos casi la mayoría, derrotamos lo imposible, ¿cómo sigue el asunto? Y, ¿si quiero pensarlo extraordinario? Y, ¿si quiero apostar a que la alucinante diversidad nos asombrará con un futuro mejor? No es tan difícil, cualquiera sabe que la variedad es lo que crea los cambios y mejoras.

La pucha, ¿cuánto falta?

Mundo mejor





[1] En Argentina, se denomina así a la modalidad: Escuela especial.
[2] ¿Cómo resultará en otros países? 

14 comentarios:

  1. Lindo leerte, como siempre Rita. Los que hemos tenido la oportunidad de trabajar con alumnos integrados en el aula, sabemos que es así, tal y como lo describís. Gráficamente, en una imagen, en esta dirección: http://1.bp.blogspot.com/-V7jAGJDIkmU/VIW4brU47hI/AAAAAAAAAk4/oNE36zGENxQ/s1600/Sistema-Educativo-Est%C3%A1ndar.jpg
    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Mariana. Conocía la imagen, y es tal cual, es perfecta para el escrito. (La estoy utilizando para difundir)

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  3. Hola Rita:
    Me gustó mucho esto que escribiste, acuerdo en lo que decís; y bueno...habrá que seguir insistiendo, para que los que tienen que tomar decisiones las tomen. Mientras tanto me parece que, como planteás, con los chicos no es tan difícil, somos los adultos los que les acercamos las trabas, los prejuicios, y tanto más. Pero me parece que una de las deudas de la educación, es darle SENTIDO; cuando las cosas se hacen con un objetivo, con un sentido, no hay discapacidad que detenga, fijate por ejemplo en el tenista que salió segundo en Wimbledon...
    Bien Rita, seguimos pensando.
    Cariños

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    1. Muchas gracias, Silvia Oballe, es tal como señalás: siempre con los chicos es menos difícil. Recién me hicieron recordar la paradoja de la inclusión - exclusión, y asocié a un escrito que realicé: el todos que nos involucró tanto tiempo después a nosotras en Educación. Habrá que esperar el equilibrio del todos.
      Sigamos haciendo.
      Besos.

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  4. Hola Rita incluir-excluir, dos antónimos que muchas veces se convierten en sinúnimos. Este relato da fe de ello. Recibimos un mail de una mamá pidiendo una inscripción para su hijo con problemas cognitivos, ello lo expone lo etiqueta y al final pide que le demos la posibilidad de conocerlo...cuánta desesperación, temor de esa mamá. Ella sabe que hay una ley pero también sabe toda la realidad que describis. Mientras tanto con poco hacemos mucho. Con el cariño de siempre Silvia

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  5. Exacto, una paradoja: la inclusión excluyente -como me dijo Gerardo Salemi-.
    "Desesperación" una palabra emblemática, tan definitiva y puntual. Coincido, y no sólo de la mamá.
    Con poco hacemos mucho... es un voluntariado, que cuando no ocurre...

    Muchas gracias, Silvia.

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  6. Interesante artículo. Una problemática tan vigente como la exclusión- inclusión llevado a lo concreto y a lo cotidiano, que nos ayuda a pensar la inclusión en clave social y educativa. Es cierto que en la realidad todo aparece más confuso y como dice Pineau, la escuela de hoy se debate entre esa combinación de posiciones democratizadoras (mediante la inclusión) y autoritarias (mediante homogenización); lo que nos hace pensar que todavía falta mucho, pero no debemos seguir avanzando, aunque me dan miedo los retrocesos que observamos a diario.

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  7. Muchas gracias, Gilda. Coincido, en esos miedos, esos retrocesos que con los chicos no se pueden permitir, el tiempo de ellos nunca es lento y no espera.
    No comprendo cuando señalás "pero no debemos seguir avanzando"...

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    1. Gracias Rita por señalarlo para poder aclararlo, es error de tipeo. Creo que debemos avanzar, de modo que se nos permita la acción para continuar, para movilizar, para comenzar algo nuevo....

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    2. Lo supuse... pero por las dudas, bien valía tu aclaración, gracias, Gilda.

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  8. Hola, Tengo un hijo con espectro autista y conozco algo de los problemas para la famosa inclusión, Falta mucha empatía de parte de quienes toman las decisiones, por lo menos acá en Uruguay. Y ni que hablar de un cambio de chip mental, que en mi humilde opinión va a demorar. Claro que todos son procesos y en algún momento hay que empezarlos, Hay que empujar y empujar, no hay otra... Entiendo a la desesperación de las madres, yo lo he visto aca en Montevideo, ante la ignorancia y la falta de compromiso que en general hay. Saludos. Carlos

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    1. Exacto, Carlos, debemos: empujar, y empujar porque los chicos necesitan el futuro ahora. (La desesperación también es de los maestros, y de la escuela en sí; no puede dejarse sólo al compromiso de las buenas voluntades.)

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    2. Carlos, amo Uruguay, gracias por comentar; y por si te interesa, una de las primeras entradas del blog es sobre tu país.

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    3. Carlos, amo Uruguay, gracias por comentar; y por si te interesa, una de las primeras entradas del blog es sobre tu país.

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