Misterio
colombiano o la Huella digital
por Rita María Gardellini
Antes
de que fueran acuñados los términos: Identidad digital y huella digital,
cualquier adepto a la cajita[1]
internetiana ha colocado su nombre en un buscador para ver qué asoma. El
primero se relaciona al perfil que se crea en Internet, y el segundo y no es un
asunto menor, se ajusta a las prevenciones con las que fuimos criadas “no sólo
hay que ser sino que parecer” “hazte la fama y échate a dormir” por madres,
abuelas y allegadas. Lo cual te lleva a
comprender que en efecto Madame Bovary es literatura, jamás hubiera podido
ocultar sus indiscreciones en ese pueblito: ¡Vamos!
Dentro
de tanto y habiendo vivido en una ciudad de muchísimos otros, cierta libertad adolescente
tuve lo cual no parece ser la situación actual. Porque hete aquí que el ubicuo
Internet, amén de redescubrir vocablos como el anterior de carácter netamente
religioso y atribuido a Dios que estaba en todo lugar y momento, ahora también
se suma que es eterno, es decir que deja pequeñísimo al más enorme de los
infiernos del pueblo chico. Cualquier pavada que cometamos crea nuestra
identidad digital y permanece por siempre como huella digital (valga la
redundancia pero los neologismos que abundan suelen ser reiterativos, debe ser
para que no los olvidemos o por simple ausencia de creatividad o aun más
dramático: las traducciones de un idioma que se limita a menos de la cuarta
parte de nuestro lenguaje de uso básico).
En definitiva, entre los varios
esperables: los perfiles de Linkedin, Facebook, los píos, notas en diarios o
revistas, en resumen: lo mediático, figuran algunos inauditos como encontrar mi
libro de investigación – acción “Alumnos lectores, alumnos escritores” en la
bibliografía básica de un curso de escritura creativa de la Xunta de Galicia,
justo debajo de ¡Giani Rodari!; conformar en un capítulo de un libro en
portugués “Estudos lingüísticos e ensino de línguas” o encontrar la bitácora
que armé con los comentarios de los asistentes a la presentación de “Después decomer perdices…” en un sitio cuya existencia ignoraba: Yumpu. Y acá me detengo
un segundo: alguito de curiosidad y asombro surgió. Primero porque no recuerdo
bien dónde lo escribí, creo que en una página que tuve hace años, tal vez en
Facebook pero lo real es que alguien lo copió y lo subió al sitio. Bueno:
muchas gracias, qué lindo detalle. Estoy tentada a comenzar a investigar sino
fuera porque se opacó por Colombia.
En
todo lo relacionado a lo educativo, siempre asumo que siendo la mayoría de mis
actividades sin arancel y moviéndome en congresos, jornadas, formaciones,
obsequiando el libro, realizando talleres, tiene sentido que la obra avance sin
límites. Uno de los muy lindos fue encontrar el taller que realicé en Ituzaingóinvitada por la querida Viviana Mettiffogo –entre las primeras páginas de
búsqueda, y ganando así importancia a sitios más concurridos- pero en lo
literario, mi huella digital me sorprende. Ajá, mi novela “No dejes que muera”
figura a la venta en Mercado libre de Colombia, ¡un ejemplar nuevo! Sabiendo
que mi novela sólo se vende en España, y que salvo algún intrépido que desde hace
algunos años la puede adquirir online y la haya hecho cruzar el charco, hasta
acá todo lógico. Pero llegar a un vendedor o vendedora –vale la aclaración y no
por adentrarme a la andanada de abusivos repetidores del Sr. /Sra., ya saben,
esos que embanderan derechos de la mujer por el lado fácil – de excelente
reputación en el sitio de ventas, ¿CÓMO? Así dicho en mayúsculas al modo del
chat en grito. Es insólito, ¿cómo llegó a Colombia, y nuevo? Porque si fuese un
ejemplar usado tendría cierto sentido pero nuevo, implica que alguien lo
encargó, se lo enviaron y luego, lo puso a la venta en, ¿Colombia? ¿Van
comprendiendo?, no hay manera de que pueda averiguar este extravagante misterio
colombiano…
Agradecida
al anónimo vendedor o vendedora, y a quien pueda iluminarme en la solución del
misterio.
Y
a manera de moraleja de fábula aunque no asome en el texto más animal que el
humano: ¡Ojo con la cajita porque todo, todo, todo queda… usen el súper poder
para el bien! Y como diría, el querido, inocente y altruista personaje de Toy
Story, Buzz Lightyear, “¡Al
infinito y más allá!” Y si utilizo el ejemplo en mixtura cínica de la ingenuidad
del guardián espacial con el comentario es en alusión a la crueldad que están
padeciendo las generaciones actuales con el cobarde Ciberacoso y el perverso Groming;
ellos serán los próximos abuelos que adviertan. Nuevos refranes suplantaran a
los actuales, y en este reciclado de humanidad y sus mezquindades, ocurrirá
siempre lo mismo: no es lo bueno lo que atrae de otros sino lo que se quiere
ocultar y la cajita no mantiene en secreto: nada y es POR SIEMPRE.
[1]
Hace años que le llamo a Internet y todo lo relativo a las computadoras /
ordenadores: “la cajta” –en alusión a la que fuera la “caja boba” y anterior
culpable de todos los males: la televisión -, he descubierto que no todo el
mundo comprende de lo que hablo, así que he aclarado “Cajita internetiana”.
Interesante blog.Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, muy amable.
EliminarExitos en tu blog.
ResponderEliminarEs un placer leerte.
Muchas gracias, hace años que debía iniciarlo.
EliminarSí globalización era algo que pensar, internet es algo para temer.
ResponderEliminarMuy buen comentario... otra que el infierno del pueblo chico. (No sé si temer pero sí ir sabiendo que todo queda y queda y queda...) Gracias, Silvia.
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